Dolarización en Ecuador: Un antidepresivo económico

Publicado el 01 febrero 2018

Tras la abrupta y sostenida depreciación del Sucre, que en 1999 llegó a depreciarse 197% respecto al dólar, con una inflación incontenible que terminó por alcanzar 90% el 2000, un déficit fiscal de 12% y un incumplimiento en el compromiso de pago de deuda, la dolarización de la economía ecuatoriana resultó ser un paliativo similar a un antidepresivo para un paciente psiquiátrico. Pero a pesar de haber desaparecido los síntomas de la inestabilidad monetaria, lo que se ha hecho es evitar sanar al enfermo a pesar de existir una cura infalible, aunque dolorosa.

Tanto el Chile de Pinochet como el Perú de Fujimori, son dos ejemplos de economías en las que se aplicó una receta económica tan certera, que puede asumirse como tecnología política (es decir, que no usarla puede asemejarse a rechazar la rueda o Internet). Las cuatro patas que han permitido a estas dos economías mantenerse en pie son la disciplina fiscal, autonomía de la política monetaria, el manejo de la inflación sin control de precios ni divisas, y la apertura a la inversión.

Sin embargo, la receta antes mencionada está sujeta a un elemento fundamental: el respeto de las autoridades gubernamentales a los fundamentos de la teoría económica y no ceder ante la tentación populista de excederse en el gasto o el uso irresponsable del estímulo monetario. Es este último el aspecto en que Ecuador ha fallado a lo largo de los años, y en el que habrá que fijarse para entender por qué resulta necesario trazarse la meta de recobrar una moneda local.

La inhabilitación para hacer política monetaria (esto es, para emitir moneda, pero sobre todo, controlar las tasas de interés), ha llevado a que la única vía para estimular la economía haya sido el incremento del gasto. Esto ha llevado a que la deuda pública ecuatoriana haya subido desde 15.5% en el 2008 hasta 39% en el 2017, cuando el Perú y Chile están en 25% (el Fondo Monetario Internacional -FMI- proyecta que la deuda de Chile llegue a 31.3% el 2022, y que la de Ecuador suba hasta 50.6% en el mismo año, mientras que la del Perú sería de 27%).

La advertencia es clara: habrá serios problemas de balance fiscal si no se hacen los ajustes necesarios y no se recupera el precio del petróleo, que genera la mitad de los ingresos por exportación de Ecuador (en el 2014, cuando empezó la caída desde precios alrededor de US$110 por barril hasta los aproximadamente US$55 que se han registrado los dos últimos años, aportaban el 60% de lo generado por ventas al extranjero). Mientras tanto, en Ecuador se percibe una calma por la estabilidad de los precios (el FMI proyecta una inflación de 0.7% para este año, y el gobierno ecuatoriano espera que llegue a 1.38%) y los malos recuerdos de la época del sucre, pero la fiesta puede acabarse en algunos años.

Sin embargo, hay un grupo que sí se ve fuertemente afectado por la dolarización: los exportadores que cierran sus precios en el mercado local. Los más expuestos son los floricultores y cafeteros, que han sufrido la pérdida de competitividad frente a exportadores colombianos y peruanos, en cuyos países la moneda se ha depreciado respecto al dólar (es decir, ha subido el tipo de cambio) en los últimos cuatro años y han logrado ofrecer mejores precios a los compradores extranjeros.

El beneficio de la depreciación de una moneda es que los dólares que entran a la economía tienen un mayor poder adquisitivo, de manera que los exportadores se ven beneficiados por el incremento de sus ingresos en moneda nacional. Esto, a la vez, permite tener un mayor margen para reducir precios cuando los compradores negocian sus pedidos. Los resultados pueden verse en las siguientes tablas, que revisan el desempeño de los dos grandes productos de exportación ecuatorianos que han mostrado alta vulnerabilidad a la revalorización del dólar.

Adicionalmente a la afección por la plaga de la roya, en el 2014 Ecuador tuvo que enfrentar los efectos de la pérdida de competitividad respecto al café colombiano y peruano. Como se observa en el gráfico, ninguno de los dos países registró una reducción en sus exportaciones de café en grano en esa fecha. La caída de los otros dos países en el 2015 se debe a la reducción del precio durante ese año, y al impacto del Fenómeno El Niño en el 2016.

En el caso de las flores, la depreciación del rublo ruso y la aún difícil situación de la economía europea no pudieron ser paliadas por las ventajas antes explicadas sobre el incremento del dólar respecto a una moneda local, como sí lo pudo hacer Colombia. Si bien se logró una recuperación el 2015, el 2016 volvió a ser un año complicado para Ecuador por la persistencia de las complicaciones en la economía de Rusia, a donde va la mayoría de envíos de flores, junto con Estados Unidos, que mantuvo su poder adquisitivo por la paridad de moneda. Como dato, en el 2014 los precios de las rosas ecuatorianas se redujeron en US$1.21 por kg en Rusia y US$0.5 por kg en el resto de Europa, frente a una apreciación de US$5.2 en Estados Unidos.

En resumidas cuentas, hoy ecuador enfrenta el reto de buscar la fórmula adecuada para proteger su economía ante una eventual debacle fiscal. Desdolarizar de golpe puede ser un cambio muy brusco, pero puede atenuarse preparando una hoja de ruta hacia que inicie por dar las garantías para operar un banco central de primer nivel que amerite otorgarle la autonomía correspondiente. El nombramiento de funcionarios debe responder al mérito, y ser absolutamente ajeno a lo político.

En paralelo, la economía ecuatoriana debe apuntar cada vez más hacia la apertura de capitales y trabajar en su política de comercio exterior para desarrollar tratados de libre comercio que le permitan diversificar destinos y atraer inversiones. Recién en este punto, una economía que hoy parece mantenerse estable, estará lista para afrontar el último de los pasos, que es disponer de una moneda que permita responder ante inflación y estimular o ajustar los mercados financieros en respuesta a las condiciones de la economía, siempre dentro de los límites que una política de metas de inflación impone.
Si el paciente no toma la medicina, seguirá eternamente en el diván.

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